El país todavía está sorprendido con el anuncio ministerial: el calor
sofocante obliga, una vez más, a imponer la llamada “dieta eléctrica”.
Lo del “calor” (y no la falta de inversión o mantenimiento) fue palabra
predominante en el discurso oficial, vía ministro de Energía Eléctrica
Jesse Chacón y el vicepresidente Jorge Arreaza. Ambos, el uno y el otro,
parecían darse ánimos para intentar convencer al país que lo expuesto
hace quince días era pura ficción al mejor estilo de la Quinta
República. Explíquese de este modo: a partir de las declaraciones al
diario EL IMPULSO del ingeniero Luis Vásquez Corro, presidente de la
Comisión Eléctrica del Colegio de Ingenieros del estado Lara, quien
advirtió que si el nivel de Guri continuaba cediendo podíamos entrar en
emergencia, el ministro que prometió renunciar en 100 días si la crisis
eléctrica no era resuelta, se ocupó de generar no pocos titulares (día
tras día) aclarando que eran cuentos de amino, parte de la campaña de
los psicólogos del terror, que el nivel de Guri estaba bajito pero no
tanto… y así hasta los larenses que todos los días soportan “cortes
programados” temieron de su propia cordura: “¿Será que esto de subir las
escaleras teniendo ascensor y encender una vela con bombillos en casa
son cosas nuestras?” Pero no, nada de eso. El ciudadano está en cordura
plena: los apagones sí existen y ahora serán más, pero, insistimos,
ningún argumento técnico se escuchó a ambos funcionarios públicos,
quienes sólo alegaron la necesidad de controlar el consumo energético de
Venezuela porque incrementó al subir la temperatura.
Jorge Arreaza puso un ejemplo para fastidiar a los vecinos
maracuchos: “La sensación térmica en Maracaibo alcanzó los 45 grados
centígrados”. Como si fuera extraño el calor en la tierra marabina. Pero nadie se llama a engaño si bien el caradurismo no deja de sorprender.
La improvisación es arte y parte de un Gobierno que ni por decencia
pide perdón a hombres como Vásquez Corro, quien vivió dos días amargos
en las celdas del Sebin, castigado y con juicio abierto por emitir
opinión técnica. Pero tampoco al venezolano en general, quien pasa de la
sorpresa a la indignación por esta política de no tener política. Aquí,
de manera definitiva, hace falta un diccionario de la revolución que
permita traducir al ciudadano este particular discurso con el cual
manejan el país.
Ocurre que de un escándalo a otro, el venezolano pierde la memoria,
pero todavía está presente la noche aquella cuando el presidente Nicolás
Maduro, a horas del recorte de los cupos viajeros, exclamó: “¡Los del
Venezuela quedan igual, a como estaban antes, porque el Venezuela no nos
va a robar!” Economistas, sesudos especialistas y, por supuesto, los
ansiosos viajeros dictaminaron: “Quien viaje con el Venezuela tendrá su
cupo intacto”, es decir, para estos afortunados no aplicaría la actual
providencia. Cencoex apenas calmó la ansiedad al día siguiente
anunciando que ya el cupo electrónico no sería fraccionado, pero ni una
aclaratoria, ni una resolución o por lo menos una disculpa pública y
presidencial, argumentando “que se le fue” y no quiso decir eso porque
la ley es para todos. Nada. El silencio por respuesta. Pasan invictos en
esto de prometer y no cumplir, de engañar y no aclarar. Vistos los
antecedentes, cualquier día amanecerá con el aumento de la gasolina,
mientras el más iluso dirá: “Pero el Presidente dijo que no había
prisa”. Y el apuro vendrá después, porque la gerencia de la mentira con
impunidad, pasa factura a un pueblo que a lo mejor puede soportar el
calor y no viajar, pero, ¿hasta cuándo aguantará?
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